jueves, 16 de enero de 2014



    MIÉRCOLES. Animal metafísico cargado de congojas. Reparador de los motores del alba. Esas son las ocupaciones de Altazor. Su oficio terrestre nunca es bien remunerado. El aguinaldo nunca llega y las empresas lo desdeñan. El estado no lo sustenta. Digamos que hace un trabajo, si no privado, al menos, individual. La Virgen fue quien lo llamó para que mire sus manos transparentes y lo ungió en su viaje en paracaídas. Porque para estar vivo hay que caer caer caer. Yes, let mi down!!! La más pura de las vírgenes, la menos híbrida.
En mi trabajo me pagan poco. Lo hago para el municipio, por un lado, y para una entidad católica, por el otro. Ellos cada vez están más arriba, los veo creciendo, cada vez conducen autos más veloces, usan aires acondicionados más congelantes, compran zapatillas mejor equipadas. Yo, desde esa perspectiva, voy cayendo. Es raro, porque soy el que caigo pero a la vez los miro desde mis alturas. Pero yo tengo otras alturas, como que no vamos en el mismo plano, yo caigo desde otra dimensión. Pero caer es crecer en mi mundo. Cuando inauguraron la radio en la que trabajo, hubo gente reconocida. El intendente dio un caluroso discurso, habló con el viejo más paralítico que halló en el geriátrico, dijo cuánto y desde cuándo los quería, cerró entre aplausos efusivos. Al rato volvió, como quien recuerda que olvidó decir algo y, ya sin micrófono, anunció en el salón principal, ante las enfermeras: “los 400 pesos extra también son para los facturantes”. Ese “sobresueldo” es más de lo que me pagan a mí por hacer la radio. Hubo un locutor de nivel nacional, periodistas, intendente, el director de la radio, y a mí (que, casualmente, soy el que hace todo en la radio) no me nombraron. Será por eso que aprendí a observar la conducta de las mariposas. Que sé de qué color son los marcos de las ventanas. Que recuerdo el tamaño de la espalda de la directora del geriátrico. La entidad católica me paga menos aún, y me invita a retiros espirituales en que me “retiro” de mi espiritualidad y recibo un discurso que me deshumaniza y me enseña que tengo que amar a Dios y al prójimo sin esperar nada a cambio. Hay una virgen donde se hacen los retiros. No se ve a través de sus manos. Es una mezcla de humana y mito. De cristianismo y cultura pre romana y pre colombina. Un género intermedio entre el canto gregoriano y la cumbia villera. 
Cuando pienso estas cosas me pongo triste y eso no es malo, porque recuerdo que creo en mí y me pongo a dar martillazos contra la noche, porque sé que atrás siempre hay una enorme luz. Y un árbol. Leer a Huidobro es como oir a un Nietzsche pero más hermoso. Y, sobre todo, me devuelve la identidad, me recuerda que soy un animal metafísico cargado de congojas, reparador de los motores del alba.     

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