jueves, 27 de junio de 2013

RECIEN (TE) ROBO

O cómo la literatura se volvió mi amante/madre

La clase de Didáctica de la Lengua y la Literatura acabó temprano. Luz dijo que iba al consultorio médico, que la acompañara  y después tomáramos juntos el colectivo. No, le digo, te espero acá, sentado en el pasillo. Ella no sabía, pero yo, desde afuera, oía la clase que un profesor que no conocía daba a extraños de no sé qué carrera. Hablaba, tras la puerta vidriosa, de Foucault y el nacimiento de la prisión. Yo lo oía todo y me temblaban de alegría los ojos. A los pocos minutos, volvió Luz, y yo la acompañé, girando el cuello de modo inverosímil para llevarme dos palabras más del hombre.
Es que mamá no me contaba historias. Yo las oía en la tele, en una canción de cuarteto, en lo que un tipo-mientras compraba tomates-le contaba al verdulero. Supongo que mi niñez careció de la palabra adulta, de esa contadora, armadora del globo terráqueo que le invade a uno la conciencia desde pequeño. Nadie me dijo quién era yo ni por qué rayos un buen día aparecí en el planeta. Las cosas alrededor acontecían y me atravesaban y yo no les sabía el nombre. Era un niño que imaginaba lo bueno y lo malo, peor no lo sabía. Un día me hablaron de un dios de nombre extraño. Se llamaba con Y y con H y con V. Lo abarcaba todo; hasta al lenguaje. De él tuve que aprender mi nombre y mi sentido, para qué mis pies y mis vientos y mi melancolía contra la tarde herrumbrada de la sombra de los palos borrachos ¡cómo lo amé! ¡qué rientes hemos sido juntos! Pero ya está dicho que uno sólo ama aquello que destruye. Tuve que matarlo. Lo amé hasta volverme su asesino más dulce. Y lo mato cada día-como un pan mío de hombre humano-baldosa a baldosa. Y matarlo fue como quitarme el nombre y quedarme de nuevo con la cabeza desnuda. Y sin pelos. Y no acostumbro usar sombrero. Percibo antiestética mi mente bajo alguno. Yo tomé los pedacitos de mi mente y fabriqué una choza nueva en la isla de siempre. En la única isla. La misma a la que arribé cuando, de pequeño, mamá me privó de su teta porque quedó embarazada de mi hermana y, según le habían contado, no era bueno que me siguiera amamantando. Me arrebataron a mi madre, los adultos con sus historias chuecas. Mi madre misma, ella sola, se me arrebató, se me quitó, me no dio su leche.
Años después, en el cuarto que compartía con mis dos hermanos, entró mamá de noche. Mi hermano menor no lograba dormirse, y entonces mamá vino a cantarle. Era una canción para él. Mamá se la cantó a él y a nadie más. Se trataba de Pinocho, de que estaba malherido y lo llevaban al hospital de los muñecos. Era para el menor. Pero no pude resistirlo: la escuché yo. La escuché toda y me la guardé para mí adentro del cuerpo y nunca más pude soltarla ¡sí, la robé, como a mí me robaron la teta! ¡yo mismo con todos mis ojos se la quité a mi hermano, y la disfruté y la entendí y fui más feliz que él mientras la oía! ¡así de malo me he vuelto! Y no paro de leer y escribir y pensar y decir palabras y libros y mundos y ex mundos y pos mundos y pre mundos y noches y autos y dragones y paraguas.

Desde esa noche-ahora lo sé-me voy vengando y robándole a otros lo que es de ellos, robándome las historias de los otros. 

12 comentarios:

  1. Asombroso, Mauro. Me dio duro en el centro del pecho. Genial!

    ResponderEliminar
  2. GROSOOO MAURO!!!! ME ENCANTA! ES UNO DE LOS MEJORES!
    GENIAL! MUY BUENO!!

    DANIA.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. qué bueno que te guste, daniaaa!!! vos también tenés que contarme cómo llegaste a los libros ( :

      Eliminar
  3. Robar esas historias y hacerlas propias... de eso se trata la vida!
    Lourdes!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. coincido muchísimo, lourdes (muchísimo). hacer propias las historias que nos rodean. para creerlas o para reventarlas o para reescribirlas; en fin, hacerlas nuestras, renombrarlas, vestirnos de ellas en este desierto (donde ellas, a veces, pueden ser oasis y flores y camellos y mercenarios)

      Eliminar
  4. Mauro, te felicito por tu lindo texto. ¡Qué manera increíble de contarse un historia! Además conseguís justificar un robo que hacemos todos los días, cosiendo trozos de historias ajenas para con ellas construir algo múltiple, pero nuestro. Gracias por compartir el texto.

    ResponderEliminar
  5. robemos, ailton, robemos a cara descubierta!!! qué haríamos sin las palabras de los otros? (aunque, cierto, sartre escribió "el infierno es el otro").

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Mauro, sólo hoy volví a tu blog. Perdona si no soy lector frecuente. Igual aproveché para ver tu respuesta a mi comentario. No sé qué haríamos sin las palabras de los otros. Aún así me permito disentir de Sarte. El infierno es el otro cuando ese otro nos espía o nos pone en tela de juicio, pero no cuando está ahí para dialogar con nosotros, ceder sus palabras y ayudar a construir algo ya sea propio o colectivo o ajeno. Un abrazo!

      Eliminar
    2. Lo que no te perdonaría es que me leyeras si no te da placer o te brinda algo que realmente deseás. pasá por el blog cuando quieras, que sos bienvenido ¡muy bueno lo que decís sobre la frase de sartre! me uno a tu alegría ante "el otro".

      Eliminar
  6. Maestro! tuve la suerte de conocer la historia antes de que aparezca aquí para el mundo. Gracias por ese momento!

    ResponderEliminar
  7. álvaro!ha visto?las palabras van dando vueltas al planeta y uno las ve desparramadas y después las amontona con alegría (o no).

    ResponderEliminar