TESTIGO DE JEHOVÁ
Yo iba a la primaria. La cajonera de la bajomesada no tenía
puerta. Supongo que buscaba un cortaúñas o el betún para lustrar los botines;
hallé las “Leyendas” de Bécquer. De tapa azul y blanca, con un pedacito quemado
en el borde inferior izquierdo. No comprendí bien qué estaba viendo (hasta
cierta edad, me moví por intuiciones, por pre-pensamientos, por sensaciones que
estaban por ser pensamientos, recuerdo mi esfuerzo por dilucidar los asuntos,
mi tristeza de no lograrlo-en jardín me ocurría mucho-, mi distracción y mi
pasar a otro plano más concreto, a hacer cosas, o a seguir deambulando hasta
encontrar preguntas que pudiera-con tanto placer-responderme. No recuerdo por
qué, pero yo era mi respondedor, y ante las dudas no consultaba con otros),
pero deseé comprenderlo. Tuve una vibración interna diferente ante la
contemplación de ese objeto lleno de letras, a pesar de su aspecto amarillento,
de un amarillo abandono. Estaba oculto, entre diarios viejos, objetos
inservibles, betunes para botines. Yo me sentí distinto mirándolo. Lo deseé,
como un adulto contempla y desea un idioma que no domina mientras mira una
película hermosa en ese idioma. Y uno sabe que es hermoso, y desea esa
hermosura, pero no llega. Así, ocultos y amarillentos, estuvieron los libros en
casa. Un día, un testigo de Jehová fanático, que sólo quería textos que lo influenciaran
a ser más puro ante Jehová, me prestó “L a tregua”, de Mario Benedetti; fue mi
primer cita fuerte con la literatura. Como que antes éramos amigos, pero desde
la lectura de “La tregua” que le confesé mi esclavitud, y nos hicimos amantes. Sé
que no es mi esposa, ni quiere. Es más, me engaña con otros lectores, y eso me
da felicidad. Volví a lo del testigo de Jehová, y me dijo que no quería libros
seculares en casa, y así se volvió mío, y hasta hoy lo guardo. Aquel fanático
no sabe que me inició en la adoración de la literatura, que gracias a su
santidad yo me convertí al literaturismo. Aquel sí que es un gran predicador.
Cuando alguien te presta un libro no tiene idea lo que hace ¡el dios de los
teólogos perdone a los creyentes prestadores de libros! ¡Más les valdría haber
blasfemado al espíritu santo! Gracias, Jehová, por poner tus hijos en el camino
de este hereje que no hace sino adorarte y pensar que vas más allá (y acá) de
todo nombre que busque decirte.
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